Dicen que no hay nada mejor que una noche de lucha libre para comprender el carácter de los mexicanos. Así que convencida por los de la ong me animé a ir con ellos al espectáculo, vamos que...seguimos con las turistadas!
Claramente se nota lo preparada que está la pelea, pero el show es muy divertido.
Todo el mundo chilla, canta, los luchadores responden a los ruegos de su público con discursos y bailecitos e incluso hay charangas que apoyan a los distintos bandos de las peleas. Mientras los vendedores ambulantes te dan la lata pasando entre las filas y haciéndote levantar del asiento, intentando venderte camarones que llevan en cestos (que no me comería ni loca), pelucas, vuvuzelas y demás trastes.
Todo el mundo chilla, canta, los luchadores responden a los ruegos de su público con discursos y bailecitos e incluso hay charangas que apoyan a los distintos bandos de las peleas. Mientras los vendedores ambulantes te dan la lata pasando entre las filas y haciéndote levantar del asiento, intentando venderte camarones que llevan en cestos (que no me comería ni loca), pelucas, vuvuzelas y demás trastes.
Ah! Y si compras un asiento abajo, alrededor del ring, seguramente tengas la suerte de que el sudor o incluso el propio luchador te caiga encima (nótese el tono irónico ¡guácala!)
Un pequeño fragmento:
Y por supuesto, al final del espectáculo la gente se agolpa en la entrada esperando la salida de sus ídolos para que les firmen y poder tomarse fotos con ellos entre miles de puestos en los que venden réplicas de las famosas máscaras.
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